31 de agosto de 2012

Oración


Habítame, penétrame.
Sea tu sangre una como mi sangre.
Tu boca entre a mi boca.
Tu corazón agrande el mío hasta estallar.
Desgárrame.
Caigas entera en mis entrañas.
Anden tus manos en mis manos.
Tus pies caminen en mis pies, tus pies.
Árdeme, árdeme.
Cólmeme tu dulzura.
Báñeme tu saliva el paladar.
Estés en mí como está la madera en el palito.
Que ya no puedo así, con esta sed
quemándome.
Con esta sed quemándome.
La soledad, sus cuervos, sus perros, sus pedazos.

16 de agosto de 2012

Carta de José de San Martín a Simón Bolívar

Estimado general:

Le escribiré no sólo con mi franqueza natural sino con la que exigen los grandes intereses de América.

Los resultados de nuestra entrevista no son los que yo tenía previstos para dar un final rápido a la guerra. Por desgracia, estoy completamente convencido de que o bien usted no ha estimado sincero mi ofrecimiento de servir a sus órdenes con las tropas a mi mando, o mi persona le resulta molesta. Las razones que usted adujo –que su tacto no le permitiría nunca darme órdenes y que, aunque ése fuera el caso, el congreso colombiano no lo autorizaría a separarse del territorio de Colombia- no me han parecido muy plausibles.

La primera se contradice por sí sola. En cuanto a lo que a la segunda se refiere estoy convencido de que, si usted expresara sus deseos, encontraría aprobación unánime, puesto que el objetivo es terminar la campaña que iniciamos y en la cual estamos comprometidos, con su cooperación y la de su ejército, y de que el honor de llevarla a termino recaería en usted y en la república que usted preside.

No se deje caer en engaños, general. Las noticias que usted tiene sobre las fuerzas realistas son erróneas: entre el Alto y el Bajo Perú suman más de 19.000 veteranos, que pueden reunirse en dos meses. El ejército patriota, diezmado por las enfermedades, no estará en condiciones de mandar al frente a mas de 8.500 soldados, gran parte de ellos reclutas rasos. La división del general Santa Cruz (cuyas bajas según él mismo me dice no han sido reemplazadas a pesar de su insistencia) experimentará considerables pérdidas en su larga marcha por tierra, y no contribuirá en nada en esta campaña.

La división de 1400 colombianos que usted esta mandando hará falta para guarnecer El Callao y mantener el orden en Lima. En consecuencia, sin el respaldo del ejército que usted dirige, la operación planeada a través de los puertos (Guayaquil, etc.) no tendrá las ventajas que podrían esperarse, a menos que fuerzas poderosas puedan arrastrar al enemigo a cualquier otra parte. Y, de esa manera, la lucha se prolongará indefinidamente. Digo indefinidamente porque estoy convencido de que sean cuales sean las dificultades de guerra actual la independencia de América es irrevocable. Pero también estoy convencido de que la prolongación de la guerra será la ruina de los pueblos y es un deber sagrado de los hombres, en cuyas manos descansa su destino (el de América), evitar que continúen sus males.

Sea como sea, general, mi decisión está irrevocablemente tomada. He convocado al primer congreso de Perú para el día 20 del mes próximo y, al día siguiente de su instalación, me embarcaré rumbo a Chile, convencido de que mi presencia es el único obstáculo que le impide a usted venir a Perú con el ejército a sus órdenes. Para mí habría sido el colmo de la felicidad terminar la Guerra de la Independencia a las órdenes del general a quien América debe su libertad. El destino ordena otra cosa y debemos resignarnos a él.

Como no tengo duda de que el gobierno peruano que se establezca cuando yo me haya ido solicitará la cooperación activa de Colombia y de que usted no podrá negarse a tan justa demanda, le mandaré una lista de todos los oficiales cuya conducta, tanto militar como privada, pueda recomendar a usted.

El general Arenales quedará al mando del ejército argentino. Su honestidad, su coraje y sus conocimientos lo hacen merecedor de todas las consideraciones que usted tenga con él.

Nada diré de la anexión de Guayaquil a la Republica de Colombia. Permítame, general, decir que no creo sea de nuestra incumbencia decidir asunto tan importante. Al terminar la guerra lo habrían decidido los respectivos gobiernos, sin los conflictos que ahora pueden resultar para los intereses de los nuevos estados de Sudamérica.

Le he hablado, general, con franqueza; pero los sentimientos expresados en esta carta quedarán enterrados en el más profundo silencio. Si se conocieran, los enemigos de nuestra libertad podrían aprovecharse de los motivos de nuestros pesares; los intrigantes y ambiciosos sembrarían la discordia.

Con el mayor Delgado, portador de esta carta, le envío una escopeta y un par de pistolas, junto con mi caballo, que le ofrecí en Guayaquil. Acepte, general, este souvenir de su más ferviente admirador.

Con estos sentimientos y la esperanza de que usted tenga la gloria de poner fin a la guerra de la independencia de Sudamérica, su seguro servidor:
José de San Martín




8 de agosto de 2012

A TODOS LOS PUEBLOS EN GENERAL


“En nombre de mi Ejército, que reclama un derecho de reivindicación muy justo en la conciencia de todo buen mexicano, o de otra nacionalidad, que ame a su propia Patria y que tienda a salvarla de monstruos perniciosos que explotan de una manera salvaje el sudor de las frentes de sus hijos, vengo a protestar ante el mundo civilizado que ha hecho a su Patria libre e independiente, encaminándola por el sendero del progreso de su riqueza nacional, contra la prensa alarmista y contra todo ataque a mis denodados soldados, que nos llame bandidos, porque bandido no se puede llamar a aquel que débil e imposibilitado fue despojado de su propiedad por un fuerte y poderoso, y hoy que no puede tolerar más, hace un esfuerzo sobrehumano para hacer volver a su dominio lo que antes les pertenecía. ¡Bandido se llama al despojador, no al despojado!
”Hago un llamamiento a todos los Pueblos de la República Mexicana, sin distinción de individuos en clases y categorías, a fin de que quiten de su mente todos los temores que la prensa aduladora y enemigos nuestros, tratan de manchar mi honradez y la de mis valientes soldados; que tema, sí, todo aquel individuo que haya explotado, despojando tierras, aguas y montes en gran escala a los pueblos, pero no de una cobardía porque no somos cobardes, pero sí de que todo lo que no es suyo tendrá que devolverlo.
”Ofrezco a Uds. queridos pueblos, cuidar de sus intereses y de sus vidas, cuando por fortuna me toque estar en uno de ellos, para cuyo objeto me ocupo en disciplinar debidamente a mis soldados, y éstos se mantendrán acuartelados cuando tengamos la fortuna de tomar a fuerza alguna población de las defendidas por el Autócrata Madero, ¡destructor del Plan de San Luis Potosí!
”Ante el mundo entero ofrezco, en nombre de mis soldados y partidarios, obrar como antes he dicho, no respondiendo de aquellos individuos que al nombre de mi bandera se amparen cometiendo atropellos, venganzas o abusos; para éstos excito a todos mis partidarios y pueblos en general los rechacen con energía, pues a éstos los considero enemigos míos que tratan de desprestigiar nuestra causa bendita y evitar el triunfo; inquieran sus nombres verdaderos y no los pierdan de vista, para que reciban el castigo merecido.
”Pueblos queridos: el triunfo es nuestro, ya tiemblan los tiranos amigos del retroceso. ¡Adelante! que ya la aurora de la libertad brilla en el horizonte”.
31 de diciembre de 1911
Emiliano Zapata
General en Jefe de las Fuerzas del Sur


1 de agosto de 2012

Entra en la noche como en un cine, y cada noche un sueño nuevo la espera. Mientras ella cuenta, yo bebo mi café en silencio. Más me vale callar